miércoles, 23 de agosto de 2017

MANAGUA 2005



Fin de semana por la noche, es sábado y son las nueve con veintisiete minutos, en la calle hay un niño sentado en la acera frente a la casa donde estaba terminando de cenar, es el distrito cuatro de esta ciudad a medias, y el centro de esta metrópolis en vías de desarrollo.

Nueve con cuarenta y dos minutos, se detiene suave un Nissan SENTRA modelo 88, menos de la mitad de la vida y me levanto a deambular con amigos sanos de vicios.

Ya en un costado de la ciudad se baja una llanta del carro, salen del vehículo tres jóvenes de 20 años, 17 y 22 años, estamos en el triángulo de la gasolinera ESSO Carretera Sur.

En ese entonces conocía la bebida pero no era alcohólico, fumaba cigarros unas dos o tres veces al día, sano a medias como varios de mi edad.

En esos años solamente con Coca-Cola y tortillitas para mí todavía era más que suficiente para disfrutar una noche, llegar de madrugada, únicamente el desvelo era nuestra droga y no hacía falta más, entonces uno se sentía bien por hacer un supuesto mal.
Sale el sol al día siguiente y ya sabemos que es lo que viene, pero decimos que valió la pena y dejamos de evidencia estas letras.



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